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Posted on Sun, Oct. 31, 2004

’Posesas de La Habana’ original y apasionante

BENIGNO DOU
El Nuevo Herald

Uno no puede evitar pensarlo desde el título, Posesas de La Habana, y la impresión se refuerza en las primeras páginas con la vulgaridad del lenguaje y las escenas de sexo, en apariencia fortuitas, que te reciben: este libro recuerda demasiado a Zoé Valdés.

Por suerte, se trata sólo de eso, una primera impresión, en este caso tan falsa como la que nos deja la mayoría de las personas que conocemos en la vida real. Porque el lector paciente (o los que no hayan leído a Zoé) descubre pronto que Posesas de La Habana (Pureplay Press, 2004) es una novela original y apasionante, y que su autora, la también cubana Teresa Dovalpage, es una nueva voz literaria con méritos propios que ha llegado, como la autora de La nada cotidiana en su momento, para quedarse.

Escrita con un estilo descarnado y ágil, y con una estructura inteligente y sólida que apenas deja ver las “costuras”, Posesas de La Habana narra lo que ocurre entre cuatro mujeres cubanas, pertenecientes a cuatro generaciones de una misma familia, durante una noche de apagón en la capital cubana. Con una sinceridad visceral, casi con furia, las mujeres nos van contando una a una no sólo los desencuentros y encontronazos que tienen lugar entre ellas en la oscuridad del apagón, sino las pequeñas —y grandes— miserias de sus vidas, sus sueños, la frustración y el veneno acumulados en sus almas.

Las escenas de sordidez, de desolación espiritual, de egoísmo que relatan los personajes de Dovalpage (que también es autora de una novela en inglés, A Girl Like Che Guevara, Soho Press, 2004), pueden parecer chocantes y crudas, pero siempre son verosímiles y, de alguna manera retorcida, humanas.

La lucha diaria por la supervivencia, la carencia de los bienes materiales más esenciales, la pérdida de los valores morales y espirituales, y hasta el hambre crónica, son lo único que comparten desde hace mucho tiempo las mujeres de esta familia fracturada, destruida por el sistema social en el que está insertada. Así por ejemplo, la pobre Elsa, poco agraciada físicamente (“No tiene buenas tetas, ni caderas, ni una libra de grasa en el fambá”, como la describe su abuela), sale embarazada de su profesor de marxismo, quien luego la engaña con su mejor amiga y la abandona con una hija bastarda, antes de irse del país en una balsa.

La bisabuela, por su parte, es una vieja amargada que no esconde su odio por su hija Bárbara, a la que acusa de haberle robado lo poco que le dejó su marido, un hombre trabajador pero “medio pájaro y tacaño”, que sufre un derrame al perder su negocio y sus ahorros con las nacionalizaciones y el cambio de moneda de los años 60.

Barbarita, la madre de Elsa, no es más equilibrada que las otras. No le perdona a su propia madre los tarros que le pegó a su infeliz y poco viril padre, y peor aún, que no le creyera cuando le contó que un vecino (uno de los amantes de su mamá) la había manoseado.

Pero tal vez sea la malcriada y vulgar Beiya, la nietecita, el personaje más revelador y desgarrador de esta novela. Ella está convencida de que “tener una mamá jinetera sería lo perfecto” y tiene fantasías sexuales precoces con un compañerito de la primaria. Y es ella la que, para sorpresa de todos, aprovecha el apagón para robarse los doscientos dólares que ha enviado su tía, “la comunista” que se ganó la lotería de visas, para comprar chocolate e irse a la “chopin”.

Al final, Elsa, la “abuelonga”, Bárbara y Beiya se las arreglan no sólo para hacerle creer al lector que son personajes literarios “vivos” y conmovedores, que habitan y entretejen una novela convincente, sino que bien pudieran vivir en cualquier casa real de Centro Habana, la Lisa, el Vedado, Lawton o Santos Suárez.

Sin dudas un acierto más de la editorial Pureplay Press, cuya contribución a la difusión de la cultura cubana ya comienza a hacerse sentir y a ser reconocida, Posesas de La Habana es de obligada lectura para todos aquéllos que disfruten de una novela amena, aunque descarnada, y humana, aunque cruda. Y, por supuesto, para aquellos que quieran conocer de cerca las sombrías interioridades de la vida actual en Cuba sin necesidad de viajar a la sufrida isla de Zoé Valdés y Fidel Castro.


   

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