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   HEROISMO CUBANO, PERIODISMO YANQUI

Observaciones de David Landau sobre No siempre gana la muerte
En la librería Olssons, Washington DC, 26 de junio del 2003


No siempre gana la muerte es una novela que mantiene lazos tradicionales y formales con la historia. Las novelas, en los siglos 18 y 19, eran llamadas historias. Aunque eran obras de imaginación, estaban escritas como versiones de la verdad y se suponía que fueran leídas en esa forma. Los maestros del siglo XX temprano, Joyce, Proust y Kafka, estaban muy conscientes de la historia cuando escribían sus trabajos. En la América de hoy en día no se permite, en lo absoluto, que la historia y la ficción tengan una relación seria. El tema de No siempre gana la muerte, la situación de Cuba durante el último medio siglo, ha sido víctima especial del capricho literario. Esta novela parte de un esfuerzo agotador contra la resistencia a contar la historia como es.

En febrero de 1957, un corresponsal especial de The New York Times presentó una llamativa serie de artículos desde Cuba que canonizaba a Fidel Castro como el hombre que salvaría al país de un reinado de corrupción y maldad (24-26/2/57). Estos reportajes jugaron un papel importante en traer a Castro al poder. Se pudiera pensar que la historia de los últimos cuarenta años debiera  haber llevado a The New York Times a cambiar su actitud sobre el máximo líder de Cuba. Pero The Times celebró el 40 aniversario de la llegada de Castro al poder con un par de artículos desde Cuba cuyos titulares estaban escritos en NewYork y soñados en La Habana: ”En la ciudad del triunfo de Castro, la mayoría aún lo respalda”; “Las palabras de Castro lo muestran aún como un rebelde y un profeta” (2-3/1/99).

Durante medio siglo, este tipo de periodismo ha estado dominando nuestros puntos de vista sobre Cuba, creando todo tipo de maliciosas impresiones. Adviértase un reciente titular en The Washington Post: “Las cosas no son perfectas en Cuba, pero el sueño comunista tiene poder para mantenerse” (11/1/99). Hoy, la nación arruinada que es Cuba sigue siendo una provincia distante del periodismo yanqui.

Rodrigo, el héroe de No siempre gana la muerte, es complejo y humano, demasiado humano, muy distinto a los pasquines de Castro, Ché Guevara y otros. No está formado para agradar, no se le comprende cuando se le observa, más bien confunde y turba. Fidel Castro, aún para aquellos a los que no agrada, representa, con su imagen masiva y consistente, el ideal heroico. Rodrigo es más pequeño que Castro, más ruidoso; no tiene su uniforme consistencia. Pero al final Rodrigo emerge como el héroe, porque es fiel a los demás, aún después que esa misma gente ha dejado de ser fiel a si misma. Es el idealista real, mientras Castro es un oportunista, porque su única medida de éxito está dada por lo que puede obtener de otros.

Cuando Cuba se reconstruya de medio siglo de Castro, será la clase de heroísmo de Rodrigo, no las posturas de Castro, la que producirá una diferencia afirmativa para el país. Y para los norteamericanos, entender a Rodrigo será esencial no sólo para relacionarse con las luchas de un pueblo extranjero, sino también para formarse un juicio más profundo, maduro y responsable de si mismos.


   

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