Posted on Sun, May. 16, 2004
Encinosa: el plomo y la tinta
AGUSTIN TAMARGO
La historia, misteriosa cristalización del tiempo... Contemplar
la historia en la hora en que se está haciendo
es un raro privilegio; protagonizarla, un don que los dioses conceden a
pocos hombres. Pero escribirla
posee una fuerza que nada puede superar. Ella está ahí, ella
salta años, siglos, hasta milenios. Y en esa
letra suya, letra de hoy, teóricamente muerta, resplandece el ayer
con el ardiente brillo de lo inesperado.
En ella, en esa historia escrita, el muerto clama vivo, la hazaña
ocasional se transforma en hito del tiempo
y la sangre del mártir, que no se seca nunca, pone en el alma del
que la lee en el libro, muchos años
después, la estremecedora emoción del que la presenció
verterse un día en nombre de la libertad en
campos y plazas hasta entonces desconocidos.
Así ha sido en todas partes, y en todas las épocas. Así
fue en Grecia, en Roma y en Egipto. Así ha sido en
Cuba. El cubano que nació en la república no estuvo en Baire,
ni en Peralejo, ni en Baraguá, ni en
Guáimaro, pero no le hizo falta. Lo vivió en la historia
escrita. El ciclo heroico de sacrificios y de grandezas
que ocurrió cuando él no había venido al mundo es
suyo, lo lleva dentro de sí, es parte integral de su ser
cívico y humano, como el pueblo donde nació, o el hombre
y la mujer que lo concibieron una noche
cualquiera en medio de un amor anónimo. Esa es la obra de la historia,
memoria cósmica. Eso es lo que
hace de un francés, de un español o de un inglés seres
humanos diferentes. Eso es lo que hace que el
cubano entre en el siglo XXI con el mismo pie inseguro, pero apasionado,
con que lo hizo entrar en el siglo
XIX la palabra encendida y el mandato ardiente de Varela y de Martí.
¿Por qué digo esto? Pues porque tengo ante mí un libro
de historia que se acaba de publicar y siento
palpitar en él una realidad que muchos (incluso cubanos) desconocen,
o mal conocen, o no aprecian en la
justa medida en que debieran. El libro está editado en inglés,
para que llegue a los que no conocen el
español. Pero lo notable de él no es la lengua en que se
ha compuesto, ni el estilo dinámico que su autor
emplea, sino las verdades, la realidad que nos ofrece minuciosamente. Esa
realidad es ésta: la firme
voluntad del pueblo cubano de resistir una tiranía que le fue impuesta
por medio de un fraude ideológico
que se adornó desde el primer día con una retórica
cautivadora.
El norteamericano o el suramericano (o de hecho hasta el europeo) no lo
ven, no han querido verlo nunca
de esta manera. Para ellos el fenómeno de la Cuba de hoy es expresado
con la fórmula salida de los
talleres del agitprop castrista: un pequeño país rebelde
cercado y asfixiado por el abominable imperio
yanqui. La realidad es otra, es la opuesta, desde luego. Pero a pesar de
los años, y de los hechos
monstruosos que de Cuba salen a diario, hay muchos que no la quieren ver.
La realidad es que la víctima
del experimento castrista comunista es el pueblo de Cuba, pueblo arrasado
por la miseria, humillado por el
presidio, aterrorizado por los paredones, asfixiado cultural y espiritualmente
por la más implacable censura.
La revolución cubana es la gran estafa del siglo. La imagen del
caudillo revolucionario que la dirige no es
una versión moderna de Bolívar, ni de Juárez, ni siquiera
de Sandino o Albizu Campos. Es la grotesca copia
del cesarismo sanguinario de Hitler y Musolini.
La dramática realidad del fraude que ha sido el experimento cubano,
si usted no la conoce, la va a conocer
crudamente de primera mano con este libro, cuando lo lea. Su autor no es
un especulador literario o político
del tema de Cuba. Es un notario moral. Es un equilibrado juez cívico.
Su nombre es bien conocido: Enrique
Encinosa. Nació en Cuba, pero salió de allá muy niño.
Y aun en esa temprana edad en que el medio ha
transformado a tantos, Enrique Encinosa descubrió en él una
lealtad étnica, cultural y política que lo llevó a
hundirse como en un profundo pozo lleno de misterios en el alma de nuestra
tierra atormentada e
inolvidable.
Enrique Encinosa es autor de otros libros de historia de Cuba, y aun del
deporte pugilístico de Cuba, del
cual él es también un gran especialista. Pero en lo que nadie
puede ponerle un pie delante es en la
fidelidad, en la familiaridad que él tiene con los millares de jóvenes
cubanos como él, pero que por estar
allá han dado hasta la vida por liberar a Cuba de aquella pesadilla.
Encinosa ha sido miembro de Abdala,
memorable agrupación juvenil cubana del destierro. Fue miembro del
Frente de Liberación Nacional de
Cuba en los sesenta. Es uno de los ocho fundadores de Hermanos al Rescate
y es además miembro
fundador del Pen Club de Escritores Cubanos en el exilio. Pero, sobre todo,
para los que laboramos junto a
él, los que lo escuchamos a él, los que sabemos lo que lee,
lo que debate y lo que analiza él, es
primordialmente un soldado firme del destino de nuestra patria común.
Busque el libro Unvanquished.
Léalo. Verá allí retratado a cada uno de los gallardos
héroes del Escambray y de otras hazañas cubanas de
la libertad, en la isla o en el destierro. Verá cómo se llamaba
cada uno de esos héroes anónimos, hoy a
veces desconocidos, de qué región venía, qué
edad tenía, cuál era su procedencia política, de qué
color era
su piel, qué familiares dejó en el desamparo al ser fusilado
por los esbirros castristas.
Lo verá todo. Pero por encima de todo verá lo que yo creo
que hace a este libro único: el testimonio
irrefutable de cuánto ha luchado, casi siempre solo, dejándolo
todo por el camino, el pueblo cubano para
hacer rodar por el suelo el malhadado despotismo castrista que le fue impuesto
entre aplausos y vítores un
funesto día.